Todas las iniciativas y cambios que realizamos de alguna manera son promovidos por el pensamiento en dirección de proyectos, sea a nivel organizacional e incluso en nuestra vida personal. En las dos condiciones se debe estar acompañado de un fin en mente, un propósito u objetivo claro. El cómo realizamos y materializamos ese objetivo nos invita a que no dejemos al azar su consecución. Si bien el pensamiento estructurado que imprime la gestión de proyectos tradicional nos deja sin sabores al no cumplirse (con alta frecuencia) los planes e hitos que planteamos, debido precisamente a la dinámica del cambio, nos invita a replantear la menara en que materializamos nuestros proyectos